Mitos de México
El vasto territorio de México ha sido testigo del paso de diferentes culturas, como la azteca, la maya, la zapoteca o la tolteca, entre otras. Estas culturas tenían una mitología rica y variada, en la que estaban presente diferentes divinidades. A través de sus mitos, los pueblos encontraban explicación a distintos interrogantes, como la creación del mundo o el porqué de una determinada cosa.
Los ecos de su mitología no se han extinguido y se encuentran presentes en el imaginario colectivo. Son las historias transmitidas oralmente, el sentir y las creencias de distintos pueblos cuyas voces aún perduran.
A continuación, presentamos diferentes mitos de las culturas que alguna vez habitaron en México.
Los cinco soles o la creación del mundo
El universo debía ser creado en ciclos. Así lo establecieron los dioses después de observar el caos. De este modo, establecieron cinco ciclos, llamados "soles", que representarían un mundo cada uno de ellos. Cada ciclo o sol se destruiría, para dar paso al siguiente. De este modo, a través de esta sucesión de creación-destrucción, podrían ir perfeccionando el mundo.
El primero de los soles estaba habitado por gigantes, a los que los dioses pusieron fin enviando jaguares para que los devoraran. En el segundo sol aparecieron los humanos, pero eran imperfectos y los dioses los transformaron en monos. En el tercer sol, los humanos tampoco eran perfectos, por lo que fueron transformados en aves. El penúltimo sol, el cuarto, vio una nueva raza humana, aún imperfecta, por lo que fueron arrasados por un diluvio.
Los dioses se reunieron de nuevo para crear el quinto sol. Para que fuera perfecto, sería necesario un sacrificio, a lo que se ofreció el dios Nanahuatzin. Este dios era considerado menor, ya que no destacaba ni tenía tanto poder como los demás. Sin embargo, se arrojó al fuego sagrado, transformándose en el Sol. Otro dios, Tecuciztecatl, también se sacrificó, convirtiéndose en la Luna.
La creación de los humanos
Al principio de los tiempos, el dios del mar, Cucumatz, y el dios del cielo, Corazón del Cielo, decidieron crear a los humanos. La primera creación que hicieron resultó un fracaso, ya que la raza creada no podía pronunciar el nombre de los dioses y de sus bocas solo salían gruñidos y otros ruidos animalescos. Al final, acabaron por ser los primeros animales.
Los dos dioses decidieron entonces coger barro y crearon una nueva raza. Otra vez, no salió como ellos esperaban, ya que tenían defectos físicos y se disolvían en el agua.
Ante este nuevo fracaso, los dos dioses se sintieron frustrados y recurrieron a la ayuda de unos sabios arcanos: Xpiyacoc y Xmucane. Estos les dijeron que tenían que utilizar otros materiales: madera para los hombres y caña para las mujeres. Salieron humanos, pero tenían un gran defecto: no quisieron venerar a los dioses.
Los dioses sintieron que habían fracasado de nuevo y enviaron un fuerte diluvio que exterminó a la raza humana. Lo intentaron una vez más, esta vez usando masa de maíz como materia prima. De ahí salieron cuatro hombres, y luego cuatro mujeres. Para asegurarse de que no aspiraran a convertirse en dioses, Corazón del Cielo les nubló la vista para limitar su visión.
Y así fue como se crearon los humanos actuales.
Los dioses gemelos y el juego de la pelota
Los mayas consideraban a los gemelos como seres especiales, destinados a elevadas empresas. Dos gemelos, Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú, eran hijos de los sabios Xpiyacoc y Xmucane.
Los dioses del Inframundo (Xibalbá, en maya) habían matado a los padres de los gemelos. Estos planearon su venganza y empezaron a pasar el día jugando a la pelota, haciendo tanto ruido como podían para irritar a los señores del Inframundo.
Enojados, los dioses decidieron llevarlos al Inframundo para retarles a un partido de pelota. Los gemelos aceptaron y fueron al Xibalbá. Allí, los dioses los sometieron a duras y peligrosas pruebas, como sentarse en bancos ardientes o pasar la noche en unas casas llena de amenazas. Una vez superadas las pruebas, comenzaría el partido.
Los gemelos se sirvieron de su ingenio para superar los peligros. Sin embargo, en la última noche, uno de los hermanos perdió la cabeza. Le hicieron una de madera y, cuando salieron a la cancha, jugaron la cabeza que había perdido a modo de pelota, que durante el partido la volvería a poner en su lugar.
Los dioses del Inframundo no asimilaron bien la derrota y quemaron a los gemelos y esparcieron sus cenizas. Sin embargo, los hermanos fueron capaces de reconstruirse y aparecieron de nuevo, venciendo a la muerte.
Los dioses, incrédulos, les pidieron el secreto de la vuelta a la vida. Los gemelos los mataron sacándoles los corazones, y, al negarse al devolvérselos, los dioses encontraron la muerte.
Mixcóatl, Serpiente de las Nubes
Mixcóatl, o Serpiente de las Nubes, era el dios de la tempestad, de la guerra y de la caza. Llegó a Mesoamérica con un ejército pequeño en número, pero formado por bravos guerreros, expertos en el uso del arco, un arma hasta entonces desconocida en la región. Este ejército eran los pueblos toltecas y chichimecas, a los cuales Mixcóatl guio hasta asentarse en la actual Mesoamérica.
Mixcóatl logró someter a varios pueblos hasta llegar cerca de Tepoztlán. Entonces se enamoró de una hermosísima joven llamada Chimalma, la diosa de la fertilidad, con quien más tarde tendría un hijo: Topiltzin Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl, La serpiente emplumada
Topiltzin Quetzalcóatl murió sin conocer a sus padres. Mixcóatl había sido asesinado antes de su nacimiento, y Chimalma murió en el parto.
Ihuitímal era el nombre del usurpador que se hizo con el trono de Mixcóatl. Su siguiente víctima era Topiltzin Quetzalcóatl, por lo que escondieron al niño para que no lo encontrara. Tiempo después, el usurpador murió y el joven accedió al trono, haciéndose llamar simplemente Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada.
Mostrándose como un fuerte gobernante, sigue la empresa de su padre de extender sus territorios. Logró conquistar vastos territorios y fundó hermosas ciudades. Los pueblos que se encontraban bajo su reinado no conocían la pobreza y poseían una gran sabiduría
La ciudad de Tula, ahora llamada Tollan vivió un periodo de esplendor bajo el reinado de Quetzalcóatl. Sus habitantes pertenecían a tres etnias diferentes: los otomíes, los toltecas y los nonoalcas.
Tezcatlipoca y el exilio de Quetzalcóatl
También conocido como Espejo de Humeante, Tezcatlipoca era un dios siniestro, capaz tanto de la creación como de la destrucción. Era, en cierto modo, la antítesis de Quetzalcóatl, que representaba la bondad y la sabiduría.
En cierta ocasión, Tezcatlipoca invitó a Quetzalcóatl a beber pulque. El dios bebió hasta embriagarse, y fue entonces cuando se empezó a desarrollar la trampa que le habían tendido. Tezcatlipoca y sus seguidores hicieron que el habitual comportamiento decoroso y recto de Quetzalcóatl se anulara bajo los efectos de la bebida, comportándose de manera inapropiada.
La imagen del dios se vio fuertemente perjudicada, y tuvo que salir exiliado. Antes de partir, Quetzalcóatl prometió con firmeza que volvería cuando se le necesitara para volver a instaurar el orden.
Huitlilopochtli
Huitlilopochtli era el dios de la guerra y del sol. Nació de la diosa de la fertilidad, Coatlicue, cuyo embarazo se anunció mediante una pluma que se posó sobre su vientre. Esto fue interpretado como una señal divina, lo que no agradó a sus hermanos, por lo que desde antes de su nacimiento, el dios de la guerra tuvo seguidores y detractores.
Cuando llegó el momento de su nacimiento, Huitlilopochtli sorprendió a todos, ya que salió del vientre de su madre acompañado de sus armas y de edad adulta: listo para el combate. Se enfrentó a sus hermanos en Coatepec, lugar en donde los derrotó. Con la muerte de sus hermanos, el caos retrocedió y se instauró el orden y la luz.
La partida de Aztlan y los mexicas
Aztlan era un lugar paradisíaco del cual salieron los aztecas. Estos fueron el último de los siete pueblos náhuatl. Cada pueblo tenía una deidad protectora, y el dios patrono de los aztecas era Huitzilopochtli. Este vio unas tierras fértiles y hermosas donde su pueblo pudiera vivir.
Partieron de Aztlan el año 1 pedernal, según su calendario. Tuvieron una larga caminata que duró unos doscientos años hasta que, por fin, pudieron asentarse en su nuevo lugar. Esta nueva tierra, que les servía de hogar, se llamó Culhuacan, y en ella podían cultivar y practicar ala caza.
El dios de la tribu, Huitzilopochtli, se dirigió entonces a su pueblo y les dijo que desde ese momento ya no se llamarían aztecas, sino mexicas.
De este nuevo nombre derivó posteriormente el vasto territorio conocido como México.
El origen del maíz
Los dioses se dieron cuenta: los humanos no tenían con qué alimentarse. Tras deliberar largo tiempo, decidieron enviar un regalo a la humanidad: el maíz.
El dios Centeotl fue el encargado de entregar a los humanos las primeras semillas. Por este motivo, más tarde sería elevado a dios del maíz. Dichas semillas podía además convertir en fértiles tierras yermas y estériles. Otras versiones cuentan que fue Chicomecoatl, la diosa de la abundancia.
Los humanos sembraron y cultivaron el maíz, y este alimento se fue extendiendo por diferentes territorios. Diferentes rituales y fiestas tenían lugar en las épocas de siembra y recolección, recordando el regalo de los dioses.
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Cómo citar: Muriel, Tomás (28/03/2025). "Mitos de México". En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/mitos-de-mexico/ Consultado: