13 fábulas cortas
Las fábulas son narraciones de las cuales se extrae una moraleja. Suelen ser de corta extensión y estar protagonizadas por animales u objetos con características humanas. Por lo general, las fábulas se escriben en prosa, aunque también las encontramos en verso.
Presentan una estructura de tres partes (introducción, nudo y desenlace) a la cual se le añade la moraleja, que suele aparecer al final. Debido a la moraleja y la presencia de animales como metáfora, se utiliza como recurso didáctico para entender el funcionamiento de las relaciones humanas.
Aunque las fábulas se caracterizan por su brevedad, presentamos una serie de trece ejemplos de corta extensión.
1. El atún y el delfín (Esopo)
El nombre de Esopo se asocia directamente al término fábula. Muchas de sus fábulas, escritas en la Antigua Grecia, han sido revisadas y versionadas por autores posteriores (Iriarte, La Fontaine, etc.).
Viéndose un atún perseguido por un delfín, huía con gran estrépito. A punto de ser cogido, la fuerza de su salto le arrojó sin darse cuenta, sobre la orilla. Llevado por el mismo impulso, el delfín también terminó en el mismo sitio. Se volvió el atún y vio al delfín exhalando el último suspiro.
—No me importa morir —dijo—, porque veo morir conmigo al causante de mi muerte.
2. El burro flautista (Tomás de Iriarte)
Iriarte, élebre fabulista del siglo XVIII, precedió esta fábula con la siguiente moraleja: «Sin reglas del arte, el que en algo acierta, acierta por casualidad».
Esta fabulilla,
salga bien o mal,
me ha ocurrido ahora
por casualidad.
Cerca de unos prados
que hay en mi lugar,
pasaba un borrico
por casualidad.
Una flauta en ellos
halló, que un zagal
se dejó olvidada
por casualidad.
Acercóse a olerla
el dicho animal,
y dio un resoplido
por casualidad.
En la flauta el aire
se hubo de colar,
y sonó la flauta
por casualidad.
«¡Oh! -dijo el borrico-,
¡qué bien sé tocar!
¡Y dirán que es mala
la música asnal!»
Sin reglas del arte,
borriquitos hay
que una vez aciertan
por casualidad.
3. La serpiente y la lima (Félix María de Samaniego)
Esta fábula de Samaniego (también del siglo XVIII) contiene la moraleja en sus últimos cuatro versos («Quien pretende sin razón...»).
En casa de un cerrajero
Entró la serpiente un día,
Y la insensata mordía
En una Lima de acero.
Díjole la Lima:—El mal,
Necia, será para ti:
¿Cómo has de hacer mella en mí,
Que hago polvos el metal?
Quien pretende, sin razón,
Al más fuerte derribar,
No consigue sino dar
Coces contra el aguijón.
4. Maledicencias (Godofredo Daireaux)
El polifacético argentino Daireaux (nacido en Francia) incluye esta fábula en su libro Fábulas argentinas (1910).
Mientras desfilaba la majada, al salir del corral, un carnero que caminaba solo, escuchaba la conversación de dos ovejas que iban detrás de él. Hablaban de sus compañeras y criticaban sin piedad a todas las que pasaban cerca de ellas. «¡Qué facha! ¡Qué modo de caminar! ¡Qué lana fea! ¡Qué gorda! ¡Qué flaca!» y mil otras cosas peores, algunas.
El carnero, pensando al oírlas, que quienes así hablaban no podían ser sino un compendio de la hermosura ovejuna, se dio vuelta, dispuesto a admirar, y se encontró con dos caches horrorosos que casi lo asustaron.
5. El león viejo (Jean de La Fontaine)
Inspirado por Esopo e inspirador de Iriarte y Samaniego, es autor de célebres fábulas. En El león viejo, presenta una variante de El león viejo y la zorra, de Esopo. Aquí, el león no engaña, sino que prefiere morir con dignidad.
Un león, muy viejo y sin fuerzas, descansaba en su guarida. Los otros animales, aprovechándose de su debilidad, decidieron vengarse de los daños que les hizo cuando era joven y fuerte.
El caballo le dio una coz, el lobo lo mordió y el toro le dio una cornada.
El pobre león aguantó como pudo sin quejarse. Entonces vio un burro que corría hacia él dispuesto a hacerle daño.
—¡Esto es demasiado! —exclamó—. ¡Acepto la muerte, pero ser insultado por ti es morir dos veces!
6. El lobo y la grulla (Cayo Julio Fedro)
Fedro, autor latino, nos indica la moraleja de esta fábula en su primera línea y la refuerza en la última.
Todo aquél que quiere hacer bien al malvado se equivoca gravemente. Sobre ello yo escuché una fábula como esta.
Estaba un lobo devorando huesos, cuando uno de ellos quedó profundamente atravesado en su garganta. El lobo animó con una gran recompensa a quien le librase de tal desgracia. La grulla fue requerida a causa de su largo cuello para que procurase curación al lobo, es decir, para que metiese su cabeza y remediase el mal de su garganta. Tras haber curado al lobo, la grulla rogó a quienes la llamaron que le dieran los premios prometidos, y se cuenta que el lobo dijo: «Es ingrata esa grulla, que sacó la cabeza incólume, sin haber sido herida por mi diente, y encima reclama para sí un premio. ¡Qué injusticia para mis virtudes!».
Este ejemplo advierte a aquellos que pretenden hacer bien a los malos.
7. El ruiseñor y el gavilán (Esopo)
Esopo pone la moraleja de esta fábula en boca de uno de sus personajes: el gavilán. Es similar al popular refrán Más vale pájaro en mano que ciento volando.
Subido en un alto roble, un ruiseñor cantaba como de costumbre. Lo vio un gavilán hambriento, y lanzándose inmediatamente sobre él, lo apresó en sus garras.
Seguro de su próxima muerte, el ruiseñor le rogó que le soltara, diciéndole que con sólo él no bastaría para llenar su vientre, y que si en verdad tenía hambre, debería de apresar a otros más grandes.
El gavilán le repuso:
—Necio sería si te oyera y dejara escapar la presa que tengo, por ir a buscar a la que ni siquiera he visto.
8. El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio (Augusto Monterroso)
El célebre escritor guatelmateco dejó una magnífica serie de fábulas y cuentos. Notamos cómo, con muy pocas palabras, logra crear una fábula con sentido y moraleja.
Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho
9. El lobo murmurador (Concepción Arenal)
La escritora española presenta en esta fábula en verso. La moraleja ocupa los cuatro últimos versos (las palabras malas de los malos son elogios para los buenos).
Entre las breñas de un cerro
Un dia de gran nevada,
Un lobo a su camarada
Hablábale así de un perro:
—Es un maldito vecino,
Tan camorrista y cruel.
Que para estar libre de él,
Ya se necesita tino.
Ladrador para la gente,
Entrometido, goloso,
Suspicaz y cauteloso,
En fin, un perro indecente.
Pasaba en esta ocasión
Cerca de allí una raposa,
Parose un tanto curiosa,
Y al oír la acusación
Dijo para su coleto:
—Anda que te crea un bobo,
Perro a quien acusa un lobo
Debe ser perro completo.
En caso próspero o adverso
No echarás nunca en olvido,
Que es elogio el mas cumplido
La censura del perverso.
10. El gorrión que aconsejaba a la liebre (Cayo Julio Fedro)
Fedro sitúa la moraleja al inicio de la fábula: lo necio de dar consejos sin precaverse uno mismo.
Mostremos en pocos versos que es estúpido no precaverse uno mismo y dar consejo a otros.
Apresada por un águila y dando profundos sollozos, una liebre soportaba las recriminaciones de un gorrión: «¿Dónde está aquella famosa rapidez tuya?», decía, «¿cómo es que tus patas se pararon?»
Mientras habla, un gavilán lo apresa sin que se dé cuenta, y le da muerte mientras profiere vanos lamentos.
La liebre, medio muerta: «¡He aquí el consuelo de mi muerte!», dice, «tú, que hace un momento te reías seguro de mi desgracia, con similar queja lloras tu destino».
11. La pulga y el camello (Flavio Aviano)
Aviano, autor latino, nos indica que los mediocres no pueden molestar a los mejores. Para ello, se sirve de una pulga y de un camello como protagonistas de esta fábula.
Algunos, aunque por sí mismos no son nada, se magnifican, como narra esta breve fábula del autor.
Una pulga marchaba en las alforjas de un camello y, como éste iba cargado, se vanagloriaba de ser superior.
Después de hacer un largo camino, llegaron juntos al establo cuando atardecía. Al instante la pulga se arrojó ante los pies del camello y se cuenta que le habló así: «Hice bien», dijo, «en abstenerme de agravar tu peso durante más tiempo».
Y el camello le dijo a la pulga: «Te doy las gracias, pero ni me molestaste cuando estabas encima ni
me siento aliviado ahora que te has bajado».
Escuchen esta fábula los que no pueden molestar ni agradar en ninguna ocasión a los mejores.
12. El perro y la almeja (Esopo)
Esopo nos advierte sobre cómo no debemos fiarnos de las apariencias en esta corta fábula.
Un perro de esos acostumbrados a comer huevos, al ver una almeja, no lo pensó dos veces, y creyendo que se trataba de un huevo, se la tragó inmediatamente.
Desgarradas luego sus entrañas, se sintió muy mal y se dijo:
—Bien merecido lo tengo, por creer que todo lo que veo redondo son huevos.
13. La rana y la gallina (Tomás de Iriarte)
Al que trabaja algo, puede disimulársele que lo pregone; el que nada hace, debe callar.
Desde su charco, una parlera rana
oyó cacarear a una gallina.
«¡Vaya! -le dijo-; no creyera, hermana,
que fueras tan incómoda vecina.
Y con toda esa bulla, ¿qué hay de nuevo?»
«Nada, sino anunciar que pongo un huevo».
«¿Un huevo sólo? ¡Y alborotas tanto!»
«Un huevo sólo, sí, señora mía.
¿Te espantas de eso, cuando no me espanto
de oírte cómo graznas noche y día?
Yo, porque sirvo de algo, lo publico;
tú, que de nada sirves, calla el pico».
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Cómo citar: Muriel, Tomás (19/09/2024). "13 fábulas cortas". En: Significados.com. Disponible en: https://www.significados.com/fabulas-cortas/ Consultado: